Tal vez habría que entender que lo decadente, ese momento de mayor fertilidad de la parábola artística, no está dado tanto por la desviación de las formas y los temas que se proponen sino por un efecto de luz. Después de todo nada supera al ojo y sus manías. Así un objeto común y corriente, cualquiera, un fruta, una silla, un beso puro, aislado por una luz de sombras amaneradas nos entregan esa sospecha de que algo no esta de acuerdo con ese convenio que se llama realismo, salud, tradición, estado. Y viceversa, temas y formalismo sintéticos que creemos decadentes no lo son ya que son tratados con el respeto de conmueve a los aficionados del realismo, de la salud, de la tradición, del estado. Esta es la diferencia que Zola no entendía cuando declamaba en contra de la pena de muerte pero también en contra de Huysman. No siempre a las máscaras de cera de los antepasados se oponen las túnicas de bordes bordados caprichosamente.
En el fondo, el realismo más absoluto, el hiperrrealismo de la pintura y de Echenoz, no es pura superficie, reproducción de reproducción? Cliché, pero en el sentido de fotografía, eso sí, impuesta en su irónica pose de la realidad. Pintura sobre la fotografía, género( policial, negro, espionaje) esfumado por el detalle y el distanciamiento. Un realismo fashionista para el cual una intriga importa más por sus motivos de decorado(y aquí decorado está determinado por la minuciosidad de las palabras que nombran lo real, su afán trendy, el zoom hacia la superficie), que por motivos de trama, psicología. De ahí su comentario social lúcido, pero también lúdico.
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