miércoles, 19 de mayo de 2010

Yves Bonnefoy

Dos Nubes (Parte 1)

LAS NUBES

Doblemente silenciosa la tarde
Por obra del verano desierto, y de una llama
Que desborda, no se sabe si de ese charco
O de más alto aún, del cielo.

Hemos pues dormido: no sabría decir cuántos
Veranos en la luz, ni tampoco podría decir
Hacia qué espacio se abren nuestros ojos.
Escucho, nada vibra, nada termina.

Apenas el deseo formulando la imagen
Gira, medita, sobre su eje simple,
Arcilla de un despertar en el sueño, empapado de sombra.

Sin embargo el sol zumba sobre la ventana
Y el alma envuelta en sus élitros rojos,
Desciende, en paz, hacia la tierra de los muertos.

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Sobre mí solo, cuando trazaba
El signo de la esperanza en tiempos de guerra,
Una nube negra rodaba y el viento
Dispersaba en grandes resplandores la frase inútil.

Sobre nosotros dos, que habíamos querido
El nudo, la desatadura, una energía
Se acumuló entre dos flancos sombríos
Y hubo, finalmente,
Una especie de temblor en la luz.

Otros países, montañas iluminadas
Del cielo, lagos lejanos, vírgenes, nuevos
Ríos---pacificación de los dioses progenitores,
El relámpago habría sido su propia causa

Y sobre del niño tiene sus ojos
El anillo de estas nubes, el fuego claro
Que pareciera se rezaga esta noche, como una prueba.

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Nubes, sí,
Una hacia otra, navíos recién llegados
Con su carga de música. Creo, a veces,
Que la necesidad se metamorfosea
Como en el final del Cuento de Invierno
Cuando todos se reconocen entre sí, cuando se comprende
De un nivel a otro en la luz
Que aquellos que habían arrojado orgullo, duda,
De comarca en comarca en el decir oscuro
Se reencuentran, se conocen. Palabra en ese instante
Su silencio, y silencio sus pocas palabras
No se sabría si de felicidad o de dolor
“Yendo de un extremo al otro”.
Parecen, dice
Algún testigo, meditando, y luego se aleja,
Escuchar la noticia
De un mundo redimido o de un mundo muerto.

Nubes,
Y aquellas dos púrpuras, un padre, un hija,
Y aquella mucho más cercana, la estatua
De una mujer, madre de la belleza, madre del sentido,
En la cual vemos que luego de haber estado inmóvil por mucho tiempo,
Sofocada en su voz de siglo en siglo,
Denegada, animada
Por la magia de la escultura
Toma vida, va a hablar. Un rayo en sus ojos
Que se abren en el abismo del zafre claro,
Pero un rayo sonriente como si,
Condenada a seguir el sueño en su flujo estéril
Pero a la vez descubriendo el oro en la arena virgen,
Hubiera meditado ya y consentido.
El hombre por otra parte se aproxima, su rostro
Desgarrado se apacigua de tanta felicidad.
Mide los grados de la hora que avanza
En ráfagas, ya que el cielo cambia, la noche llega,
Y vacila donde esta lo espera, noche estrellada
Que se derrama, música. Se vuelve ,
De cara al universo. Sus trazos brillan
Con la fosforescencia de lo absoluto,
Y el día se retoma para todos nosotros, como una vena
Que se hincha de sangre---copa de los árboles
Resquebrajadas por el relámpago, ríos, castillos
En paz, en la otra rivera. Sí, una tierra
Sobre un torso en columnas de nubes.


Trad. dasbald

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